Un filántropo se sentó un día en una banca del parque a meditar. Era inmensamente rico y tenía excelentes mayordomos, por lo que no tenía ni qué preocuparse por su dinero. Tenía todo el tiempo del mundo y todo el dinero para pasarlo bien. Pasó los años coleccionando enormes y maravillosas esculturas, pinturas originales de Da Vinci y Picasso, una biblioteca de tres pisos tapizados de libros, incluso mandó montar un teatro de cincuenta personas donde él y sus amigos veían obras antes de su estreno en Broadway…
Tanto se embebió en el arte que se formó en su mente la obsesión de crear un género artístico que reuniera todas las virtudes artísticas y careciera de sus defectos. La pintura le parecía demasiado inmóvil y plana, aunque sus autores juraban que casi se movían. Y era cierto, casi lo hacían. Las esculturas tenían una sola ventaja, y era su diversidad de ángulo. Le agradaba la acción de la literatura, pero le gustaba compartir con otros y leer es una actividad muy solitaria. La danza era sublime, pero muda en palabras.
Amaba el teatro, tenía acción, color, profundidad y podía disfrutar con sus amigos, pero hacia el final de cada obra se sentía deprimido de sólo pensar que acabaría. Incluso lloró una vez a la mitad de una comedia, lo que dejó consternados a los actores y hubo que cancelar la representación.
Así que estaba allí sentado, pensando qué podría hacer para obtener lo que su corazón deseaba.
Invirtió toda su vida y sus energías en ello, y al fin estuvo listo. Un día, ya anciano, reunió a todos sus amigos, prometiéndoles que les mostraría lo más bello que sus ojos hubieran visto, la historia más apasionante y la música más hermosa. Los embutió a todos en una limosina y emprendieron el camino.
Tanto se embebió en el arte que se formó en su mente la obsesión de crear un género artístico que reuniera todas las virtudes artísticas y careciera de sus defectos. La pintura le parecía demasiado inmóvil y plana, aunque sus autores juraban que casi se movían. Y era cierto, casi lo hacían. Las esculturas tenían una sola ventaja, y era su diversidad de ángulo. Le agradaba la acción de la literatura, pero le gustaba compartir con otros y leer es una actividad muy solitaria. La danza era sublime, pero muda en palabras.
Amaba el teatro, tenía acción, color, profundidad y podía disfrutar con sus amigos, pero hacia el final de cada obra se sentía deprimido de sólo pensar que acabaría. Incluso lloró una vez a la mitad de una comedia, lo que dejó consternados a los actores y hubo que cancelar la representación.
Así que estaba allí sentado, pensando qué podría hacer para obtener lo que su corazón deseaba.
Invirtió toda su vida y sus energías en ello, y al fin estuvo listo. Un día, ya anciano, reunió a todos sus amigos, prometiéndoles que les mostraría lo más bello que sus ojos hubieran visto, la historia más apasionante y la música más hermosa. Los embutió a todos en una limosina y emprendieron el camino.